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Respetar a los demás

Semilla de Crecimiento
Respetar a los demás 
  

 

Para mantener buenos relacionamientos es muy importante el respeto entre las partes, pero, como en muchas otras  cosas de la vida, existen diferentes interpretaciones del alcance de la frase  “respetar a los demás”.

Según el Diccionario Larousse, respeto significa “consideración hacia las personas”. En mi interpretación,  eso significa tener en cuenta al otro ser humano, respetar sus  espacios, decisiones, talentos y gustos.  Sin embargo, las siguientes situaciones cotidianas se enmarcan dentro de lo que considero “falta de respeto” hacia la diversidad legítima entre los seres humanos:

1. Personas que piensan que sus gustos son los únicos “validos”. Conozco personas que quieren convencer a otra que, por ejemplo, el helado de frutilla es más rico que el helado de chocolate, cuando en realidad lo que está en juego es simplemente “el gusto” de cada uno. En todo caso, es más justo decir “Para mí,  el helado x  es el más rico”, que es una opinión justa, responsable y legitima.

Algo similar ocurre con personas que disfrutan beber bebidas alcohólicas y a toda costa quieren convencer a otras que hagan lo mismo, sin respetar los gustos del que no quiere beber.  Dan la impresión que les molesta tener a su lado gente que no bebe y a toda costa quieren convencerles que lo hagan. En este caso, no existe respeto hacia “el gusto legitimo de la otra persona” En mi opinión, se cae en la soberbia al pensar que “mi elección o gusto es  mejor que la del otro”. Cuando se trata de gustos, ninguna persona tiene el derecho de imponer los suyos.

2. Personas que intentan tomar decisiones que no le corresponden. Por ejemplo, padres que intentan elegir carreras universitarias para sus hijos. He presenciado conversaciones, en la que una madre trata de convencer a su hijo “que debe elegir tal o cual carrera universitaria”. Los talentos, gustos y deseos del mencionado hijo ni siquiera fueron considerados.

Es posible que estos padres tengan la sana intención de ayudar a sus hijos, sin embargo, la ayuda en estos casos puede ser realizada de otra manera, por ejemplo haciéndole reflexionar al hijo sobre lo que le motiva respecto a tal carrera, como se ve a sí mismo a diez años, cuáles cree que son sus pasiones, gustos, etc. Las decisiones con impacto en el largo plazo deben ser realizadas por la propia persona que convivirá con esa decisión por muchos años. 

3. Personas que invaden la intimidad de otros con preguntas. Por ejemplo, en el ámbito familiar se suele escuchar a personas mayores preguntando a parejas jóvenes de recién casados: “Y después… cuando van a tener hijos?” Lo suelen decir como si se tratara simplemente de una decisión, cuando en realidad están en juego factores físicos, de salud o económicos o planes personales, privativos de cada pareja.

La lista puede seguir con abuelos que quieren elegir nombres de nietos, terceros que juzgan la decisión de amigos de enviar a sus hijos a un determinado colegio, o personas que preguntan a gente soltera “¿Todavía no tenes novio/a?”. La lista se extiende también a personas que cuestionan gustos musicales de otros, sus mismas vestimentas o pasatiempos.

Muchas veces, estas preguntas se hacen con cierta inocencia, sin intención real de herir a otras personas, sin embargo, lo que realmente importa es como lo toma el afectado, el interlocutor.

En resumen, es importante darse cuenta del momento en que uno está por caer en la intromisión.  Cuando uno está por “invadir” territorio del otro, es bueno preguntarse “¿Me han pedido mi opinión?” o  “¿Quien soy yo para decirle al otro lo que tiene que hacer?

Artículo escrito por Guido R. Britez Balzarini, publicado en la Revista FOCO en Junio del 2016